sábado, 13 de septiembre de 2008

Noche

Te necesito esta noche, como siempre. Como tantas otras noches.
Es que el frío no me deja dormir. Y no me gusta estar despierta, no me gusta sentir como mis ojos se marchitan frente a un cenicero hambriento, ese cenicero al que le enseñe a hablar y ahora me atormenta recordándome mi soledad.
Y no es solamente el frío, es esta puta noche que me maltrata. Como tantas otras noches. Es esa luna amenazante, esa inmensidad que me aturde. Caos. Es esa ley que me resuena que el tiempo nunca vuelve. Que nada vuelve. Que la mañana nada calma, que colabora con mi fe de que el mundo gira. Y yo estoy quieta. Que todo gira a mi alrededor y que no puedo girar alrededor de nada. –No giras alrededor de nadie-.

Y estoy parada, casi tambaleándome sobre mis rodillas, estática, fría, pasiva, entregada o no, pero quieta. Y las horas me acarician, me bailan, me hablan, me hacen el amor – o al menos antes lo hacían-; las horas se clavan en mi y me escuchan respirar.
Me esperan los días más tristes del mundo. Me espera el día de mi muerte, el único día del que no dudo. Dudo del día de volver, del día de matar, del día de parir, dudo de los días relevantes.

Y es el amor y la duda lo que me tienen viva. Ambas iguales. Ambas lo mismo. La duda que me trajo al mundo. El no saber si hay alguien para mi, por mi, conmigo. El no saber si fue la noche, la puta noche, la que invento el amor. El no saber si soy la noche. El no saber si soy la puta.

Y esperar, soy adicta a esperar. Y espero que estés esta noche. Como tantas otras noches. Espero que sientas esta noche, como yo todas las noches te siento. Como todas las noches creo que si. Moriría si no morís.

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