domingo, 21 de diciembre de 2008

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Otra vez me miro al espejo y me veo alimentando a un león con mis piernas. Veo como desgarra mi piel y mi carne, como se sacia y siente placer al oírme morir. Lo veo deleitarse con mis muslos, desgarrando mis nervios como si fueran hilos, sonríendo mientras lame mi sangre descubre mis huesos. Y yo lo amo y le regalo mis piernas.

Otra vez dejo pasar todo lo que odio que pase. Y no tengo mas nada, todo el amor del leon es prestado y pretencioso. Todas mis ganas de entregarme se mueren de vergüenza cuando ven sus dientes. Mi dolor pudo con su plan.

Y en rato cuando muera, cuando se muera lo que se debe morir, voy a recuperar la certeza de que no existo, de que no soy nada; de que nada causo y nada debo pretender. Esa soberbia que me empuja a pensar que algo merezco, que algo me deben, que algo va a volver a mi; esa soberbia y esa maldad que solo me lleva a suicidarme en las fauces de un león hambriento. Un leon que yo misma crié, ame, alimente y quise enseñarle a amar. Su naturaleza pudo mas. Mi naturaleza pudo mas.